Inmortalidad
Publicado originalmente en julio de 2017
Con un largo suspiro pensativo, la inmortal —de sempiterno aspecto atemporal— bajó la mirada, contemplando el mecánico procedimiento que había llegado a comprender en cada uno de sus más nimios aspectos, sin dejar por ello de odiarlo en ningún momento. Se negaba a aceptar que pasara de largo, que no la afectara a pesar de sus largos milenios de vida; se negaba al sinsentido.
Extendió sus facultades, su corazón y su alma a lo que estaba por llegar: dolor, un inmenso dolor que acuchillaba sus entrañas y nublaba su entendimiento, un dolor que la recordaba que, a pesar de todo y de todos, aún era un ser sintiente. En el momento que percibió aparecer una nueva cana plateada en su pelo azabache, cerrando los ojos, se obligó a susurrar el nombre de las anteriores en una larga, interminable letanía. No en vano estaba enterrando al último de sus hijos.
—Joseph —terminó. Se dio la vuelta y volvió por donde vino, buscando renovar su comunión con la vida.